Desde hace unos cuantos años se han disparado los diagnósticos/detecciones de Trastorno de Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH) en las infancias, lo que ha ocasionado que esté en boca de muchos, sin que todos tengan un claro entendimiento de él.
A modo de introducción, el TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza por problemáticas de atención y, en algunos casos, pero no siempre, la impulsividad e hiperactividad que se menciona en su nombre. Estos problemas interfieren con el funcionamiento social, académico y/o laboral del individuo. En lo que respecta a lo atencional, podemos encontrar tres presentaciones con distinto dominio en esta condición: inatento, hiperactivo y combinado, con los dos primeros encontrándose conformados por conjunto de síntomas/rasgos distintos. La inatención refiere a dificultad frecuente para prestar o sostener la atención en distintos tipos de situaciones, seguir instrucciones y terminar detalles finales de tareas o trabajos, y para organizar o recordar actividades. También suelen perder cosas necesarias, verse distraídos y evitar tareas que requieren sostener la atención por largo tiempo. La hiperactividad e impulsividad, por otro lado, refiere a personas que requieren encontrarse en constante movimiento, teniendo dificultad en situaciones donde se espera que permanezcan quietos o sentados, hablan excesivamente y no respetan turnos de habla, se sienten impulsados a estar haciendo cosas la mayor parte del tiempo y a incluirse en actividades de otros.
Al ser un trastorno del neurodesarrollo, si bien esto comienza en la infancia, perdura para toda la vida, por lo que hay muchos casos de personas siendo identificados con esta condición cuando ya se encuentran en su adolescencia o incluso adultez, debido a que las exigencias de sus actividades laborales y/o académicas y sociales supera sus estrategias compensatorias.
Ahora, cuando queremos abordar la pregunta de si la dificultad de concentración o atencional que uno vive es producto o no de un TDAH, debemos ser conscientes de que muchísimas variables y/o condiciones pueden afectar en nuestra atención. Por un lado, debemos considerar que no podemos estar atentos todo el tiempo, principalmente cuando hablamos de niños, pues es parte de su desarrollo normal el distraerse. En el caso de los niños, además, la distraibilidad debe evaluarse en el marco de otros trastornos del desarrollo como posibles causantes. Asimismo, el estrés, la ansiedad y la fatiga o cansancio
son también causas de nuestra dificultad para enganchar o sostener nuestra atención.
Entrando en el terreno de otros trastornos o problemas que pueden afectar nuestra atención y conducta, se encuentran la Depresión, trastornos ansiosos y Trastorno de Estrés Post-traumático, por mencionar algunos. Estos también pueden explicar las dificultades sociales, laborales, entre otras, ya sea por la falla atencional, como motivacional, de funciones ejecutivas. Es así como las problemáticas atencionales de los consultantes deben ser bien evaluadas por un profesional capacitado, antes de iniciar cualquier tratamiento. Encontrarse distraído, ser inquieto o tener dificultad para realizar tareas por completo no necesariamente implican la existencia de esta condición. De la misma manera, un niño con TDAH no necesariamente será inquieto o impulsivo.
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